Dejar hacer
From the Series: Vocabulario para la experimentación etnográfica
From the Series: Vocabulario para la experimentación etnográfica

La etnografía, como forma de aprendizaje, está basada en el encuentro con otras personas, pero también con actores no humanos. La correspondencia con ambos conlleva, en algunas fases del proceso, no sólo participar sino también dejar hacer – para que pasen otras cosas, como una forma de abrir huecos en el presente. Dejar hacer es una intervención etnográfica que redistribuye la agencia hacia materiales y procesos no humanos, un diseño relacional que produce conocimiento a través de una retirada momentánea pero atenta.
Historia de la basura contada por sí misma, mi nuevo proyecto artístico, investiga cómo la descomposición de los residuos industriales constituye una forma de escritura en la península de Paljassaare (Estonia). El diseñador Viktor Gurov y yo hemos trazado las inscripciones de la basura como un acto de comunicación similar al graffiti y a la escritura asémica. Una vez que las actividades industriales cesan y los humanos desaparecen, los residuos se expresan a través de incisiones accesibles a los sentidos, por lo tanto sujetas a basugrafía.[1]
Paljassaare ha recibido residuos industriales durante un siglo. La zona comprendía originalmente dos islas, que se unieron al continente, adquiriendo así la apariencia de una península. La recesión del mar Báltico a finales del siglo XIX dejó expuestas más tierras en el norte de Tallin, donde se establecieron los primeros desarrollos industriales de la ciudad. Gran parte de sus residuos se vertieron en Paljassaare, generando una multiplicidad de capas de escombros. Además de ser un vertedero, la península también se utilizó para la extracción de minerales y como zona militar.

Al proponer que los residuos industriales pueden “escribir” sin palabras, como si un vertedero fuera un archivo, podemos pensar la agencia material más allá del lenguaje humano y los archivos como algo no estático. Esta idea no sólo desafía los límites de la etnografía tradicional, sino que también propone una arqueología ecológica que se alía con hongos, humedad, moho y descomposición como generadores de relaciones sociales.
Intervenir para dejar hacer puede parecer una aporía. No obstante, las colaboraciones experimentales requieren la fabricación de una relación novedosa, no simplemente la observación participante en las que ya existen. El encuentro etnográfico se puede diseñar de muchas maneras (Marcus 2000; Estalella y Criado 2018); por ejemplo, podemos montarlo como un teatro (Giordano y Pierotti 2024), como un juego (Farías y Criado 2023), o como una exposición (Martínez 2021). También como una forma de retirada que busca no interferir en el hacer de los demás (más tarde revelado a través de procesos de rastreo y visualización).
Los residuos militares, radiactivos y mineros en el este de Estonia (donde he trabajado más de una década) constituyen un legado tóxico. Aun así, estos rastros siguen configurando las expectativas y relaciones sociales en la región. Su estudio nos muestra que la herencia minera es más que los edificios e infraestructuras que quedaron atrás; también son distancias, olores, cenizas, sospechas y toxicidades en el aire y en el agua.
La proliferación de factores de riesgo ha transformado territorios y relaciones sociales. Durante un siglo, la minería combinó el desplazamiento de materia, tecnología y personas para desarrollar la industria extractiva. El procesamiento de esquisto bituminoso todavía contribuye con casi el 5% al PIB de Estonia. De hecho, este es el único país que lo sigue utilizando como principal fuente de energía.
Las relaciones modernas entre los seres humanos y el mundo siguen siendo en gran medida extractivas, pero hay tantas formas de comprensión como maneras de construir relaciones, documentar encuentros y materializar representaciones. Configurar formatos para que otros hagan etnografía abre nuevas posibilidades de recogida de conocimiento y amplía las formas de análisis más allá de la producción de textos posteriores al trabajo de campo. Dejar hacer, por ejemplo, nos permite la incorporación de otros agentes a nuestro estudio, facilitando correspondencias que nos ayudan a mostrar cómo las cosas quedan atrapadas en diferentes corrientes de vida.
Un ejemplo de ello es la instalación Territorio, parte de la exposición Misreadings (Telliskivi Creative City 2024). La obra es el resultado de mi colaboración experimental con el subsuelo y el agua del este de Estonia. La naturaleza local fue convocada a realizar el trabajo de campo mediante el gesto de sumergir y enterrar material de archivo. De una escuela abandonada en la ciudad atómica de Sillamäe rescaté diez documentos. Cinco de ellos fueron enterrados durante tres semanas cerca del área donde estaba la industria de uranio (ahora procesando tierras raras); y, durante 24 horas, sumergí los otros cinco documentos en la laguna azul de la central térmica de Auvere.
Al enterrar y sumergir fotografías y libros de la escuela abandonada, los documentos se convirtieron en notas de campo: completados con elementos externos como filtraciones, lluvias, interacciones minerales e intervenciones bacterianas y alcalinas, además del espíritu del lugar, por supuesto.

Territorio nos muestra que no existe una línea directa que vaya del trabajo de campo a la etnografía, y de la etnografía al análisis, sino aire, lodo, trazos y aguas subterráneas. El moho, la humedad y diversos contaminantes generaron cambios notables en el material etnográfico, forjando nuevas expresiones de sociabilidades más que humanas. La instalación ejemplifica la fuerza de lo estético para realizar investigaciones sociales y presentar conocimiento etnográfico a través de los sentidos.
La humedad actuó como una forma de archivo. En lugar de aparecer como una amenaza a la conservación, aquí es un actor que escribe sobre los documentos, los transforma, los conecta con el tiempo y con el entorno. El moho, las filtraciones, las manchas, no son interpretados como signos de deterioro sino de inscripción: una escritura líquida y lenta, que revela historias que no pasan por el lenguaje. En contra de la lógica archivística moderna, que busca preservar en seco, en frío, en silencio, este experimento presenta un archivo húmedo, que respira y se pudre, vivo, y que por eso recuerda, mostrando la memoria ecológica del lugar.
Dejar hacer es una forma de pensar la memoria y las relaciones desde la descomposición, desde lo orgánico, desde lo que no se puede controlar. Este gesto está inspirado en la crítica que Édouard Glissant (1991) hizo de la importancia del verbo “extraer” en la epistemología occidental, la cuál asume que las cosas están a la espera de nuestra transformación en conocimiento. En cambio, el escritor martiniqués nos invitó a dejar de confiar en la acción como forma de comprensión. Se trata pues de aprender a esperar, porque el tiempo es un proceso que crea realidad.
La experimentación exige una reevaluación de las temporalidades en el acontecimiento etnográfico. Por una parte, hay procesos que no se pueden acelerar, como la maduración de las ideas o la sedimentación de la memoria ecológica de un lugar, pero sí se pueden intensificar. Por otra, un experimento implica la reordenación de las relaciones; es una situación que requiere de un principio y un final, de una suspensión que condiciona los modos de documentación.
Dejar hacer implica mostrar sin traducir y documentar sin captura semántica, a través de dispositivos que trazan pátinas, corrosiones, y marcas de flujo. Así, este gesto experimental facilita que formas de saber alternativas emerjan sin luz directa. Porque establecer las condiciones para convertir la etnografía en un experimento va de distribuir las capacidades analíticas y de representación, de reconfigurar los roles y responsabilidades de la investigación.
Si asumimos que la experimentación implica hacer las cosas de otra forma, dejar hacer es una manera de fabricar relaciones y repensar cómo nos relacionamos con el mundo. Es, de hecho, una intervención que hace que las relaciones importen, en un sentido literal, abriendo una infinidad de roles posibles más allá de la observación y la descripción; ya que esos mismos roles y situaciones pasan a ser objeto de atención etnográfica.
Estalella, Adolfo y Tomás Criado, coords. 2018. Experimental Collaborations. Ethnography through Fieldwork Devices. Oxford: Berghahn.
Farías, Ignacio y Tomás Criado. 2023. “How to Game Ethnography.” En An Ethnographic Inventory, editado por Tomás S. Criado y Adolfo Estalella, 102–111. London: Routledge.
Giordano, Cristiana y Greg Pierotti. 2024. Affect Ethnography. London: Bloomsbury.
Glissant, Édouard. 1991. Poetics of Relation. Ann Arbor: University of Michigan Press.
Marcus, George. 2000. Para-Sites. Chicago: University of Chicago Press.
Martínez, Francisco. 2021. Ethnographic Experiments with Artists, Designers and Boundary Objects. London: UCL Press.
Martínez, Francisco y Olli Pyyhtinen. 2025. “Garbography: Tracing Waste as Material Data.” Journal of Material Culture 30, no. 3: 327–348.
Método para cartografiar inscripciones materiales producidas por residuos y procesos de descomposición. Desde esta perspectiva, la basugrafía no solo registra huellas, sino abre un repertorio de intervenciones sensibles y de relaciones sociales (Martínez y Pyyhtinen 2025)