Desconcierto
From the Series: Vocabulario para la experimentación etnográfica
From the Series: Vocabulario para la experimentación etnográfica

Imagínese la siguiente escena. Una adolescente de Santiago de Chile desaparece todas las noches y aparece entonces a varios kilómetros de distancia en un campo sin recordar nada. Así, tres meses. Mi interlocutor, un ufólogo profesional, con presencia en los medios de comunicación, hace una vigilia frente a la casa de la niña para observar el caso. En cada una de las noches, ve acercarse a la casa un sedán americano negro y a un Hombre Michelin –una figura de gran tamaño ataviada con gruesas capas blancas que recuerda al símbolo de la empresa de neumáticos– bajarse del coche y colocar a la chica, profundamente dormida, en el asiento trasero. Luego se marcha a toda velocidad. En cada una de las vigilancias, mi interlocutor sigue el sedán en la carretera y lo ve desaparecer en un punto específico de la autopista, tras lo cual va a recuperar a la niña. El caso sigue abierto.
Las cuestiones que atañen a este ensayo giran en torno a la experiencia del desconcierto. Por desconcertante no me refiero a lo “bizarro” o “irracional” de las creencias de los demás, que ha sido el tropo de los enfoques intelectualistas y cognitivistas de religión desde Evans-Pritchard. Me refiero a lo a-conceptual, a lo inconcebible, incluso para los propios experimentadores. Así que voy a describir una metodología para abordar lo “extraño” (weird). Lo extraño y absurdo puede estudiarse etnográficamente como una tira de moebius: parece tener dos lados, pero en realidad es sólo uno. Subversiva de la topografía euclidiana, la tira de moebius es una especie de paradoja en movimiento de dentro afuera (o viceversa) sin tener que cruzar un límite. Es una figura que no “toca” sus exteriores, que no acaba de relacionarse con su entorno, lo cual es un reto para la antropología – la disciplina de las relaciones. Este acercamiento al margen de la lógica necesita de un consenso inventivo que sea, por así decir, anti-teórico, o de una plasticidad extrema – que pueda etnografiar sobre lo que se observa pero no es inteligible por definición.
El antropólogo Don Handelman (1998, 2004) sostiene que las formas sociales distan mucho de ser lineales. A veces se curvan hacia dentro y, en su interioridad compleja y auto-organizada, se hacen autónomas de sus exteriores. Luego, algunas curvas son más profundas que otras. Los rituales burocráticos como las marchas militares son más lineales que algunos rituales de posesión espiritual, o que las sesiones de improvisación de jazz en las que la interacción entre los elementos genera emergencias (cósmicas, musicales). El moebius, la curva extrema, se podrá utilizar para pensar los datos sobre el absurdo ufológico porque estos no son comprensibles en términos de nada más que de sí mismos. Se nos presentan como datos recursivos –nos dicen, como hace Magritte en su pintura, C’est ci n’est pas une pipe, que no podemos entender una situación como teniendo realidad objetiva, pero simultáneamente, tampoco como siendo una ilusión o falsedad–.
Lo raro no es nuevo. En el Brasil rural de 1947, un joven trabajador agrícola de Paraná cuenta a un diario que vio aterrizar en su campo una “nave” de la que descendieron ufonautas. Le preguntaron si quería dar un paseo con ellos, y mientras se alejaba hacia su casa para preguntarle a su mujer, vio que las criaturas jugaban como si fueran niños, tirándose piedras unos a otros (Sánchez 2020). Jacques Vallée, uno de los fundadores franceses de la teoría ufológica clásica, ha recopilado hechos absurdos como éste desde la década de 1960. Entre ellos, un famoso caso en el que unos extraterrestres que parecían “pequeños italianos” dentro de su nave hicieron panqueques a su homólogo humano en una zona rural de Wisconsin. El fenómeno ovni, según algunos teóricos y experimentadores, es un gigantesco embaucador, y nosotros, los títeres. Nos adentramos en mundos imposibles en los que la realidad, tal y como nos la cuentan nuestros interlocutores, simplemente no puede existir dentro de los parámetros del sentido común, ni del nuestro ni del suyo.
Una posibilidad es que busquemos metodologías de investigación y de narración en el campo de la ficción científica, de la fantasía y de lo fantástico. Mark Fisher (2016) dice que la noción de unheimlich de Freud –lo extrañamente familiar– ha opacado en la imaginación colectiva a lo extraño (weird), en lo cual no hay familiaridad o pertenencia. En el moebius ufológico lo raro se manifiesta no tan solo en la ausencia de lógicas de apariencia o comportamiento coherentes, sino en una suerte de novedad o sentido expandido de la realidad y sus componentes. Esto funciona en H. P. Lovecraft con la introducción de criaturas innombrables que demuestran que el mundo de afuera está trascendentalmente lejos. También es evidente en Philip K. Dick la idea de que hay una falla abismal en el sentido de realidad. Hay un alejamiento cognitivo, o un extrañamiento del realismo, que resulta en una de-mundanización del personaje, que pasa de un mundo real a un no-mundo, una no-realidad. Como dice Eugene Thacker (2014), en una narración verdaderamente extraña, hay una imposibilidad de mediación (a un real) que hace con que la comunicación falle en última instancia, o que esta no se encuadre dentro del diagrama tradicional de la mediación.
En mi etnografía de absurdos ufológicos, las formas de investigación también terminan oscuras. La cámara no captura; el ojo ve lo que no está; sentimos cosas que son inaccesibles a la razón, imposibles de cogitar. Entonces, ¿qué hacemos con casos etnográficos donde se nos aparecen ilusiones que no son ilusiones? Primero, hay que reconocer que en algunos casos no hay respuestas que se ajusten a nuestros moldes conceptuales; nos quedamos con esta ausencia de una realidad acabada. Nos entregamos a esta incoherencia como etnógrafos y entendemos que cualquier intento de fijarla es un acto creativo y momentáneo (pero también importante); una simulación de lo real. En esta primera instancia, podremos utilizar metodologías narrativas para analizar cómo el interlocutor comunica lo imposible y cómo se genera la idea del sin-sentido.
Pero también se pueden seguir los contornos de la paradoja. Pensemos en el juego de Gregory Bateson, repensado por Handelman (2021). Bateson habla de meta-mensajes que permiten el pasaje de un marco (juego) a otro (lucha). Handelman dice que la noción del marco no es suficiente para observar formas formándose en dinámicas de constante cambio, donde hay que prestar atención a donde se delimitan las fronteras locales, y donde hay un pasaje de una realidad a otra. Este pasaje es caracterizado por la paradoja. Cada comunidad juega con el moebius de forma diferente, creando tensiones que aparecen cómo formas de organizar el universo. La paradoja imbricada en el pasaje de planos ontológicos, como comenta Handelman, está en perpetuo movimiento. El etnógrafo debe seguir este movimiento sin cansarse, pero también las formas en que la autoconciencia, o la duda de los interlocutores, crían alternativas a este absurdo, alternativas que rompen con el punto muerto de lo extraño y que salen fuera del moebius. La experimentalidad propuesta aquí no es por tanto optativa, sino necesaria. Incentiva además al investigador a desconcertarse a sí mismo a través de la oscuridad lógica para poder abrir nuevas posibilidades de análisis etnográfico.
Fisher, Mark. 2016 The Weird and the Eerie. London: Repeater.
Handelman, Don. 1998 Models and Mirrors: Oxford: Berghahn.
Handelman, Don. 2004. “Introduction: Why Ritual in Its Own Right? How So?” Social Analysis 48, no. 2: 1–32.
Handelman, Don. 2021. Moebius Anthropology. Oxford: Berghahn.
Sánchez, Sergio. 2020 “From the Mahatmas to the Space Brothers: Overview of UFO Religions in South America.” Alternative Spirituality and Religion Review 11, no. 2: 110–115.
Thacker, Eugene. 2014 “Dark Media.” En Excommunication. Three Inquiries in Media and Mediation, Alexander R. Galloway, Eugene Thacker y McKenzie Wark, 77–150. Chicago: University of Chicago Press.