Surtido de sellos de madera (2015), Bruno Martins.

Laboratorios de cosas sin terminar, Bogotá. Autoría: Nicole Chavarro Molina (usada con permiso)

Cuando comencé a investigar con textiles me vi en la necesidad de seguir los ritmos que demandaba hacerlos. No pude basar mis indagaciones sólo observando estas piezas, o preguntando a quienes las hacían. Me fue preciso relacionarme con su materialidad, sus fibras, su textura, sus posibilidades de movimiento y hacerlo a través de mis manos. Tuve que tocarlos, para poder apreciar lo que me ofrecían en términos epistemológicos, dimensionar que ese no era sólo un pensamiento visual o mental, que era táctil, sensible. Hacer textiles es una forma experimental de entender que me lleva a otros tiempos, que evoca unas partes de mí que ni siquiera están en el registro de mis preguntas conscientes.

Investigar con textiles es un acercamiento permanente. Un movimiento que se repite, que se enreda y se deshace, que se vuelve a hacer, una forma de pensar que es capaz de abrir espacio al error, que remienda, y que convoca personas y cosas, un pensamiento que se constituye como una juntanza material (Pérez-Bustos 2024). Quienes hacen textiles, y por consecuencia, quienes investigamos con ellos, en su hacer, nos vamos haciendo en esa práctica mutuamente. Hacer textiles/investigar con textiles es un movimiento especular, reflexivo, un gesto en el que al transformar la materia se transforman los cuerpos de quienes encarnan esa manufactura (Pérez-Bustos 2021). Ahora bien, investigar con textiles es una invitación permanente a hacerlos, no con experticia, sino con titubeos y curiosidad, de allí que esta forma de indagar sea en sí misma y siempre una experimentación.

Pensar con estas materialidades es dimensionar sus posibilidades metodológicas. No se trata sólo de entender el tipo de objetos que son o las prácticas artesanales o industriales de las que ellos devienen. Pensar con textiles como forma de experimentación etnográfica es sentir la superficie y apreciar los movimientos de los que ella está hecha, pero es también invitar a encarnar ese movimiento, contagiar a otras personas a pensar desde allí. Permitirnos reconocer el mundo desde la textura delicada de una caricia, esa que demandan las fibras cuando se entrelazan, cuando atraviesan agujeros diminutos, cuando rozan nuestra piel de formas sutiles, cuando nos abrigan.

Experimentar etnográficamente con estos objetos me ha reclamado adentrarme en los movimientos sutiles que supone crearlos con las manos. Un llamado a detenerme en ellos, en su temporalidad sutil y contraria a los ritmos de la vida capitalista (Stengers y Pignarre 2017). Esa es su experimentación, ella no puede entenderse solo como una intención, es una solicitud ineludible. Explorar creativamente con textiles no es algo que yo decida hacer, es algo a lo que estas cosas me convocan cuando las toco—claro, siempre que esté atenta y abierta a ese llamado. Encarnar esa exploración etnográficamente es una invitación a pausar. No sólo porque los tiempos de la manufactura artesanal de estos objetos tienen esos ritmos—los textiles hechos con las manos, para hacerse bien, no pueden hacerse rápido—, sino porque a veces, muchas veces, ellos mismos están en pausa. Sin terminar, inconclusos, latentes, suspendidos en el tiempo, a la espera.

Y aquí, creo—porque en esto no hay certezas, solo caminos a recorrer—que, si la experimentación etnográfica se toma en serio estas invitaciones materiales a indagar por estos objetos haciéndolos, desde sus ritmos y sus tiempos, cuando esa manufactura está en pausa la solicitud que se nos devuelve es también a parar con ella. Y debo decir que esa es una solicitud que incomoda. Lo inacabado molesta, va a contracorriente de los mandatos de la academia en general y de la práctica antropológica en particular. La latencia en la que están las cosas textiles sin terminar responde a una sensibilidad distinta a la necesidad impuesta de hacer siempre más—más trabajo de campo, más escritura, más revisión de fuentes—y de que ese hacer tenga un cierre y sea concluyente respecto a los fenómenos que estamos buscando comprender.

El hacer textil, como materialidad y como posibilidad metodológica siempre experimental ha sido reconocido como capaz de testimoniar conocimientos difíciles (Andrä et al. 2019). Algunas piezas, por ejemplo, nos permiten estar en presencia de la muerte, tanto aquella que es cercana y familiar, producto de los ciclos vitales, como aquella que es violenta, brutal e intempestiva. Las cosas textiles que quedan inconclusas por causa de la muerte hablan de lo que unas manos ya no pueden seguir tejiendo. Pero ese objeto latente no solo documenta un saber hacer en proceso, su pausa inscribe también una invitación que no se resume en terminar lo iniciado. Ese paréntesis convoca a la contemplación de la ausencia, a su abismo. Allí su capacidad de testimoniar lo difícil, entendido como aquello que no siempre queremos presenciar o que no estamos en la facultad de apreciar.

Experimentar etnográficamente con la quietud de lo inacabado pasa por detener el relato explicativo. Por no descifrar las razones por las que las cosas están sin terminar, como si ellas no fueran otra cosa que una deuda; como si solo tuviera sentido su pausa si alguien estableciera verbalmente la sucesión de hechos que no pudo concluirse.

Más que un asunto fáctico, lo inacabado es un asunto sensible. Quizás por eso este tipo de experimentación material es una sensibilidad metodológica, antes que un procedimiento. Creativamente hablando, la latencia de las cosas textiles sin terminar—esas que estaban haciéndose y se interrumpieron de repente, por un momento indeterminado, un instante o una vida entera—le hace lugar a la contemplación.

Convengamos que esta no es una práctica inocente: prestar atención a la interrupción de un movimiento, no buscar explicarle, solo presenciar su quietud, seguir sus derivas, apreciar sus texturas, reconocer la inconmensurabilidad material de lo incierto. En su pausa, las cosas inacabadas, tienen la agencia metodológica de detener las interpretaciones, activar sensibilidades táctiles y posibilitar con ello la construcción de descripciones sin tiempo.

Enfrentadas al fin del mundo, como estamos en estos tiempos, explorar materialmente la espera de lo inacabado como una forma de experimentación—contemplar sus abismos, indagar sus posibilidades, reconocer sus incertidumbres—puede permitirnos imaginar otras formas de habitar el presente, sin grandilocuencias.

References

Andrä, Christine, Berit Bliesemann de Guevara, Lydia Cole, y Danielle House. 2019. “Knowing Through Needlework: Curating the Difficult Knowledge of Conflict Textiles.Critical Military Studies 6, no. 3–4: 341–59.

Pérez-Bustos, Tania. 2021. Gestos textiles. Un acercamiento material a las etnografías, los cuerpos y los tiempos. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Pérez-Bustos, Tania. 2024. “Textile Companions.” En  Gurminder K. Bhambra, Lucy Mayblin, Kathryn Medien y Mara Viveros-Vigoya, coords. The Sage Handbook of Global Sociology, 209–22. London: SAGE.

Stengers, Isabelle y Philippe Pignarre. 2017. Brujería capitalista. Buenos Aires: Hekht.