Surtido de sellos de madera (2015), Bruno Martins.

Captura de pantalla de la plataforma xcol

La experimentación tiene muchas vidas propias. Así se pronunciaba el filósofo Ian Hacking (1983) para evidenciar la multiplicidad de expresiones que tiene esta actividad en las ciencias naturales. Este es un diagnóstico igualmente apropiado para los experimentos etnográficos que, en tiempos recientes, se desarrollan en nuestra disciplina a través de proyectos enormemente diferentes. Podemos encontrar etnografías que implican el diseño de infraestructuras digitales; involucran a interlocutores y públicos diversos en actividades materiales; comportan la incorporación de prácticas artísticas o, incluso, reformulan libremente las técnicas convencionales de investigación.

Nuestra práctica etnográfica ha adoptado también la forma experimental en algunos de nuestros proyectos, a través de colaboraciones diversas con activistas, diseñadoras y arquitectos en contextos urbanos. Así que no resulta extraño que, desde hace una década, hayamos contribuido a una conversación pública sobre este asunto. De manera particular nos ha interesado la enorme diversidad de arreglos experimentales que encontramos en diferentes etnografías. Una constatación que intensifica la intuición que tenemos: cada proyecto etnográfico adopta una forma singular y situada, un diseño experimental a través del cual antropólogas y antropólogos responden a las condiciones del encuentro empírico. Así que, las múltiples vidas que la experimentación tiene en nuestra disciplina hace que sea particularmente difícil conceptualizar estos gestos y operacionalizar las actividades concretas que la experimentación demanda.

Por ejemplo, si una joven investigadora nos preguntara cómo proceder para desarrollar un trabajo de experimentación etnográfica resultaría extremadamente difícil darle una respuesta clara y concreta. Esta situación no es muy diferente de lo que ocurre con la experimentación en ciencias naturales pues, como Ian Hacking ya nos advertía décadas atrás, cada experimento requiere de un diseño específico que comporta tecnologías, infraestructuras y actividades muy diferentes. El historiador de la biotecnología Hans-Jörg Rheinberger (1997) señala la importancia de esos arreglos materiales a los que llama sistemas experimentales, porque dotan a cada experimento de una infraestructura material concreta y características epistémicas específicas. A través de ellos, los investigadores e investigadoras son capaces de relacionarse con lo empírico de una manera distintiva y plantear preguntas que no tenían ni habían llegado a imaginar.

Trabajos como el de Rheinberger dan minuciosa cuenta de las prácticas involucradas en la experimentación y contribuyen a evidenciar algo fundamental en nuestra visión contemporánea de las ciencias naturales: estas no siguen un método universal, antes bien, lo que caracterizar a cada experimento es un sistema experimental a través del cual los experimentadores pueden relacionarse con lo empírico. Las ideas de Rheinberger resultan particularmente inspiradoras para pensar en los ejercicios experimentales de la etnografía porque, al igual que ocurre con las ciencias naturales, estamos convencidos de que no podemos abstraer un método para la experimentación etnográfica que nos ofrezca protocolos generales.

Cada experimento etnográfico implica un diseño situado (una infraestructura digital, un evento colectivo, una actividad material conjunta) que dispone, de manera inventiva, las condiciones para el encuentro etnográfico y es, además, una expresión del propio campo etnográfico. Así, cada campo demanda un dispositivo distinto (un sistema experimental) para el desarrollo de la experimentación etnográfica. Este carácter situado de la experimentación sobre el que insistimos plantea cuestiones que se refieren a la enseñanza y aprendizaje de esta actividad porque, si no hay un método común para la experimentación, entonces: ¿cómo podemos enseñar y aprender a practicar la experimentación?

El inventario xcol (xcol. An Ethnographic Inventoryhttps://xcol.org/) es un proyecto que intenta responder a la pregunta anterior. Lo hace a través de la creación de una base de datos abierta (open-source database) que documenta, y pone a disposición pública, los múltiples dispositivos de campo diseñados en proyectos diversos de experimentación etnográfica. Lo concebimos como una indagación colectiva sobre la inventiva que está siempre presente en las investigaciones antropológicas, tanto presentes como pasadas y, también, futuras.

La plataforma, creada en 2020, inventaría cuatro tipos de actividades: (1) las invenciones relacionales producidas en el campo por los antropólogos y sus interlocutores, (2) formatos pedagógicos para el aprendizaje de la etnografía, (3) intervenciones hacia el interior de la disciplina inspiradas en nuestros campos de estudio, y (4) experimentos materiales que permiten diferentes formas de problematización antropológica.

Sabemos que la imaginación metodológica va de la mano de ciertos géneros de escritura a través de los cuales se consignan y describen nuestras relaciones empíricas. Casos paradigmáticos serían la reflexión metodológica (sobre la propia actividad) y el manual metodológico (destinado al aprendizaje de otros). Pero si la experimentación etnográfica carece de método: ¿qué género requeriría la descripción de sus prácticas epistémicas? Con esa pregunta de fondo concebimos el inventario como un experimento ‘medial’ sobre los medios y géneros que necesitamos para describir las relaciones empíricas implicadas en los experimentos etnográficos. Se trata, pues, de una intervención infraestructural en los debates metodológicos de la antropología que se ha prolongado también en una exploración de los géneros descriptivos en el volumen colectivo An Ethnographic Inventory (Criado y Estalella 2023).

La figura del inventario resuena con el concepto de archivo, pero lo entendemos de manera muy distinta pues la tarea de inventariar no es un ejercicio que mira al pasado (como ocurre con los archivos a menudo), sino que se orienta al futuro. Es una tarea en contigüidad con lo que Brian Massumi (2016) denomina anarchivado, una práctica que no trata las huellas documentales como algo inerte, sino como portadoras de un potencial reactivable. En este sentido, el inventariado sistemático no es un acto de preservación del pasado, sino una forma de explorar el futuro de la etnografía: su objetivo es describir los experimentos que han sido para ofrecer inspiración a los que serán. A diferencia de los manuales, que nos proponen modelos para su reproducción, el inventario ofrece ejemplos para la inspiración. Inventariar es, pues, una manera de atender y relatar la inventiva consustancial de la experimentación etnográfica que no pretende producir relatos estandarizados, sino animar la inventiva situada de las experimentaciones antropológicas futuras.

Referencias

Criado, Tomás S. y Adolfo Estalella, coords. 2023 An Ethnographic Inventory: Field Devices for Anthropological Inquiry. New York: Routledge.

Hacking, Ian. 1983. Representing and Intervening. Introductory Topics in the Philosophy of Natural Science. Cambridge: Cambridge University Press.

Massumi, Brian. 2016. “Working Principles.” En The Go-To How To Book of Anarchiving, editado por Andrew Murphie, 6–7. Montreal: Senselab.

Rheinberger, Hans-Jörg. 1997. Toward a History of Epistemic Things. Palo Alto: Stanford University Press.