Surtido de sellos de madera (2015), Bruno Martins.

El concepto de proceso tiene una larga historia en la Antropología. Radcliffe-Brown (1952) describió la vida social como un proceso, una entidad que se despliega en el tiempo. Aún hoy, autores como Tim Ingold piensan el objeto de la antropología como un proceso de vida. Ingold (2008) compara la descripción etnográfica con la pintura y el dibujo de paisaje, donde la observación y la descripción van de la mano, son un proceso continuo.

Aquí propongo la noción de proceso en términos de experimentación, en relación con el arte, pero de una forma diferente a Ingold. Para empezar, más que la pintura de paisaje nos interesa la obsesión con el proceso en el arte conceptual contemporáneo. No solo porque la pintura de paisaje sea un género un poco trasnochado a principios del siglo XXI, sino porque creo que es un mal ejemplo: es un proceso que culmina en un objeto. La pintura finalizada luego se venderá en una galería o irá a un museo. Entonces se acaba el proceso. En el arte contemporáneo, por otro lado, la recurrente expresión “lo que me interesa es el proceso” (Grant 2017) apunta a una inquietud diferente: la resistencia a terminar, a cerrar, a objetificar el trabajo, la huida del objeto artístico que encontramos desde el antiarte dadaísta hasta el arte participativo actual.

¿Qué es lo que nos puede enseñar la huida del objeto artístico a la antropología? El arte contemporáneo no nos ofrece una visión romántica y amable de la vida como un proceso de concrescencia (a la Ingold), sino una forma más brutal de romper con la temporalidad del trabajo. La huida del objeto artístico es la huida de la alienación del arte, buscar la continuidad entre lo que se es y lo que se hace a través de una obra persistentemente en construcción. ¿Tiene sentido pensar en huir del producto antropológico como algo separado del antropólogo, en huir de la alienación del trabajo académico?

En las últimas décadas, el trabajo académico, ensamblado en la maquinaria del nuevo capitalismo del mérito, se ha transformado en una cadena infinita de productos donde la contabilidad de “inputs” y “outputs”, el viejo cuento del palo y la zanahoria, se usan para establecer jerarquías entre colegas. Se ha montado una hibridación enfermiza entre las tradiciones caciquiles de la colegialidad universitaria que nos invita a someternos al señor feudal de turno, la precariedad laboral que nos fuerza a trabajar por poco dinero y el estajanovismo neoliberal que nos obliga a escribir artículos y proyectos para permanecer en el mercado académico. Frente a esta rueda de hámster, el recurso al proceso puede aparecer como el gesto de cortar el nudo gordiano. Perderse en el proceso es perder el tiempo, la medida suprema de valor. Es bajarse de la rueda.

Pero decir que nos importa más el proceso que el resultado final no es sólo, o exclusivamente, un elogio de la pereza. Podemos perdernos en el proceso precisamente por trabajar demasiado, por hacer demasiada investigación, por escribir muchísimo, hasta la exasperación, por ser incapaces de cortar, de empaquetar nuestro trabajo en un artículo para Cultural Anthropology de no más de 1.000 palabras, que además sea creativo y que al mismo tiempo demuestre que eres parte de la tribu experimental.

La búsqueda de “experimentación” en la antropología no tiene que ver sólo con la necesidad de exprimir la creatividad de nuestro ego más allá de la jaula de papel del texto, o con la inquietud por expresar nuevas realidades que no se pueden contener en las formas convencionales del manuscrito. ¡Como si alguna vez hubiese sido fácil describir las cosas escribiéndolas! Si en vez de escribir artículos, queremos hacer films, instalaciones, pinturas de paisaje o jarras de cerámica, pero todavía nos quejamos de que no nos los cuenten como outputs, la experimentación no sirve para nada.

La inquietud por la experimentación tiene que ver con la opresión alienante del productivismo académico y la necesidad de huir de esta opresión. La experimentación implica hacer las cosas de otra forma, no solo hacerla con otros medios de expresión. El arte o mejor el antiarte se vislumbra como una vía de escape, no solo porque hace cosas con las manos, sensuales, o con nuevas tecnologías prostéticas, sino porque las hace de otra forma: el medio no es solo un instrumento. En el proceso del trabajo, los medios son mutuamente determinantes con los artistas y el artista abandona relativamente su agencia.

En ese sentido, la insistencia de Ingold en trabajar con es importante. Pero no es sólo trabajar con los materiales. En las prácticas experimentales contemporáneas, algo muy importante es la colaboración. Los procesos experimentales serán colaborativos o no serán, precisamente porque la insistencia en el proceso diluye tanto el objeto de trabajo (la obra) como el sujeto trabajador (el profesional). Perderse en el proceso resulta en deshacer la profesión: abandonarse a otras posibilidades, dejarse llevar, perder el control y, sobre todo, trabajar con otros que tienen otras capacidades, otros conocimientos, otros puntos de vista. El resultado final y el reconocimiento profesional importan menos que cruzar procesos.

Pero la realidad del arte siempre supera la ficción. El arte contemporáneo no es la resplandeciente libertad que puede redimir al pueblo errante de la academia, simplemente ha roto con las burocracias feudales del arte académico, pero no ha conseguido romper con las instituciones profesionales del arte burgués. El arte es todavía una institución profesional, hecha de museos, conservadores, coleccionistas, dinero, genios y obras maestras; y la institución devora los procesos y los transforma en productos. La huida del objeto en arte es todavía una aspiración, el anhelo situacionista de que el arte y la vida se confundan. ¿Puede ser que los antropólogos todavía estemos a tiempo de huir junto con los artistas y todos los que se quieran unir a nosotros en el intento de diluir la antropología en la vida?

Referencias

Grant, Kim. 2017. All About the Process. University Park: Pennsylvania State University Press.

Ingold, Tim. 2008. “Anthropology is Not Ethnography.Proceedings of the British Academy 154: 69–92.

Radcliffe-Brown, Alfred. 1952. Structure and Function in Primitive Society. Glencoe: Free Press.