Tramar
From the Series: Vocabulario para la experimentación etnográfica
From the Series: Vocabulario para la experimentación etnográfica

En respuesta al llamado a enriquecer el vocabulario para la experimentación etnográfica, proponemos pensar con el concepto tramar, noción que ha ido apareciendo de formas diversas a lo largo de nuestra práctica etnográfica. Tramar remite a la acción de tejer, a la creación cuidadosa y recursiva de relaciones entre elementos diversos que generan composiciones materiales y situadas. Tramar es también urdir, diseñar, confabular algo entre varias. Y dicho de los árboles, tramar es florecer. A partir de estas tres acepciones, nos proponemos repensar el quehacer etnográfico desde una aproximación experimental arraigada en el paradigma de la ética relacional feminista (Haraway 2016, Puig de la Bella Casa 2017, Braidotti 2019).
La creciente expansión de la experimentación etnográfica ha dado lugar a un rico debate centrado principalmente en sus implicaciones epistémicas, invitándonos a reimaginar el potencial transformador de la antropología en el mundo contemporáneo (Estalella y Criado 2018, Dattatreyan y Marrero-Guillamón 2019, Ballestero 2021). Queremos contribuir a este ejercicio de reimaginación disciplinar a través de un planteamiento que entrelaza las dimensiones epistemológica y ética, y que centra la mirada en las tramas situadas que componen las prácticas de investigación antropológica. Pensamos que en la etnografía, donde la generación de conocimiento está íntimamente ligada a relaciones humanas y más-que-humanas, toda innovación metodológica transforma no solo cómo se produce conocimiento sino también los vínculos entre quienes participan en la investigación, activando nuevas dinámicas de poder, responsabilidades y posibles vulnerabilidades. Atender a la dimensión ética de estas relaciones resulta fundamental para evitar la reproducción de lógicas instrumentales o extractivistas, incluso cuando se opera desde marcos considerados innovadores o colaborativos.
Para ello, proponemos utilizar tramar como concepto articulador para pensar las prácticas etnográficas desde tres acepciones interconectadas: tejer, confabular y florecer. A partir de esta noción múltiple, exploramos cómo la etnografía experimental puede entenderse como un proceso que no solo produce conocimiento, sino que cuida, imagina y posibilita formas de vida en común. En cada uno de estos sentidos, retomamos la propuesta de Donna Haraway (2016) en torno a la respons-habilidad (“response-ability”), entendida como una capacidad situada para atender y responder ante los entramados de relaciones que constituyen la investigación.
Etnografiar tejiendo. Transformar la etnografía en un experimento colectivo implica asumir que el conocimiento se produce mediante el tejido paciente y situado de relaciones. Cuando tramamos entrelazamos afectos, materiales, saberes y tiempos a través de prácticas que no solo describen el mundo, sino que lo componen. Esta perspectiva demanda una atención sostenida a los vínculos que emergen en el campo: ¿Qué relaciones se forman (y cuáles no)? ¿Cómo se entretejen y con qué consecuencias? ¿Cómo sostenemos la vulnerabilidad como condición intrínseca a la producción de conocimiento? Es aquí donde la respons-habilidad, tal como la plantea Haraway, se vuelve clave: una disposición atenta y comprometida para involucrarse en las urdimbres que conforman nuestras investigaciones.
Etnografiar confabulando otros mundos posibles. Esta dimensión del concepto apunta al carácter especulativo y narrativo de los experimentos etnográficos, donde imaginar presentes habitables forma parte del hacer antropológico. En la línea de Haraway, confabular es un gesto ético y político: narrar desde la co-implicación, desde la conciencia de que toda investigación implica relaciones de poder, responsabilidades compartidas y apuestas comunes. Esta disposición ética requiere cultivar formas de imaginar con otras y de diseñar colectivamente los marcos de colaboración: ¿Cómo diseñamos dispositivos etnográficos que permitan la especulación colectiva? ¿Cómo distribuimos y nos hacemos cargo de las distintas responsabilidades? ¿Quién responde, por qué, y ante quién? ¿Qué sucede cuando el experimento, o alguno de sus componentes, falla o toma un rumbo inesperado? De este modo, la especulación no es una evasión de lo real, sino una forma de pensarlo desde otra lógica distinta a la del control: la de la complicidad, la apertura y la vulnerabilidad. Tramar es, entonces, confabular narrativas situadas que intervienen en lo existente, sin escapar del presente.
Etnografiar y hacer florecer. Permitir que, a partir de los hilos tejidos y las confabulaciones colectivas, emerjan formas de vida, de conocimiento y de relación que no podían ser anticipadas. Florecer no es el resultado exitoso de un experimento planificado, sino la expresión de un proceso sostenido que cuida las condiciones para que algo nuevo pueda brotar. Preguntarnos por las dinámicas de poder, las formas de rendición de cuentas y la distribución de responsabilidades no es, por tanto, una tarea complementaria, sino constitutiva de cualquier práctica experimental. Desde la trama sostenemos los procesos incluso cuando se desvían, atendemos a lo que emerge en los márgenes o en los fallos, y nos comprometemos no solo con la producción de conocimiento, sino con las múltiples relaciones que lo hacen posible.
Como conclusión a esta propuesta, sostenemos que la experimentación etnográfica puede abrir un camino hacia formas de hacer antropología más comprometidas con los mundos que investiga. No obstante, transitar ese camino no es simplemente una cuestión de innovación técnica o metodológica, sino que requiere cultivar nuevas disposiciones que desestabilicen formas establecidas y hegemónicas de producir conocimiento. Comprometerse no implica simplemente posicionarse frente a un problema, sino dejarse afectar y transformar por él. Hacerse cargo de los asuntos que investigamos exige habitar situaciones que nos exceden, desbordando marcos previos y empujándonos a inventar junto a otras respuestas que no están dadas de antemano.
La etnógrafa-tramadora habita esas urdimbres, hechas de relaciones, materiales, afectos y tensiones, no solo registrando lo que ocurre, sino implicándose activamente en la transformación de aquello que investiga. Encarna una invitación a practicar una etnografía que se haga cargo de sus enredos, que especule con otras sobre lo que aún no es y que se mantenga abierta a lo inesperado, lo fallido y lo emergente. O, en otras palabras, practicar una etnografía que, más que describir un mundo dado, contribuya a tejerlo, a confabularlo y a hacerlo florecer.
Ballestero, Andrea. 2021. A Future History of Water. Durham, N.C.: Duke University Press.
Braidotti, Rosi. 2019. Posthuman Knowledge. London: Polity Press.
Dattatreyan, Ethiraj Gabriel y Marrero-Guillamón, Isaac. 2019. “Introduction: Multimodal Anthropology and the Politics of Invention.” American Anthropologist 121, no. 1: 220–228.
Estalella, Adolfo y Tomás S. Criado. 2018. Experimental Collaborations: Ethnography through Fieldwork Devices. Oxford: Berghahn.
Haraway, Donna. 2016. Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene. Durham, N.C.: Duke University Press.
Puig de la Bellacasa, María. 2017. Matters of Care: Speculative Ethics in More Than Human Worlds. Minneapolis: University of Minnesota Press.